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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

domingo, 22 de julio de 2012

FALLECIÓ EL GRAN POETA Y MAESTRO DE POETAS, PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 1996, MIGUEL ARTECHE SALINAS



MIGUEL ARTECHE

Aún sin creerlo, con la esperanza que no fuese verdad, me he enterado de la muerte de mi maestro, el gran poeta chileno Miguel Arteche Salinas (1926-2012), hoy, 22 de julio a las cinco de la mañana. 

No hay palabras, y, no es un decir: no hay palabras... 

Su gran voz poética -tantas veces elogiada y, como estamos en Chile, tantas veces mezquinamente desplazada- no se ha quedado muda, al contrario, sigue viva y seguirá viva dentro de nuestra tradición literaria. Desde Invitación al olvido hasta Jardín de relojes, Miguel Arteche construyó una obra más que sólida, trascendente, crítica, reflexiva, emocionante, culta, irónica y siempre honda. Desde luego, una poesía que es un referente en la tradición literaria chilena del siglo veinte; una poesía que, como pocas, ha de trascender, ha de quedar inscrita como una de las más importantes de su generación (de 1950 o 1957), tanto en Chile como en Hispanoamérica.

Sin aspavientos, sin demostraciones fatuas, Miguel Arteche fue un orfebre de la palabra, pero no sólo eso, también y siempre fue un crítico de su época, un hombre con los pies bien puestos sobre la tierra, pero al mismo tiempo, con una inmensa y envidiable capacidad de penetrar los temas más hondos de la existencia, de la religiosidad, del amor, de la muerte.

Podría llenar páginas y páginas sobre sus enseñanzas (tuve el honor de ser su alumno en el "Taller Nueve de Poesía" allá por el año 1980), sobre sus anécdotas, sobre su amistad, sobre su mirada en torno al "ser americano", sobre Chile, sobre la palabra, sobre la poesía. Por ahora, un gran silencio, una jugada inconclusa en su tablero de ajedrez que siempre lo acompañó. 


Por ahora un "hasta pronto, Maestro". Con toda la emoción, con mi inmenso agradecimiento.

Andrés Morales



MIGUEL ARTECHE, JORGE EDWARDS, ANTONIO OSTORNOL, ANDRÉS MORALES, VISNJA
                                                                         MILOHNIC ROJE Y VIVIANA JARA.

                        
              MIGUEL ARTECHE, JAIME SILES, CARLOS GERMÁN BELLI Y ANDRÉS MORALES. 
                                                                    


MIGUEL ARTECHE Y ANDRÉS MORALES.


MIGUEL ARTECHE Y ANDRÉS MORALES.



     HOMENAJE A MIGUEL ARTECHE: HERNÁN POBLETE VARAS, ALFONSO CALDERÓN, ALEJANDRA 
                                                                                BASUALTO Y ANDRÉS MORALES



MIGUEL ARTECHE SALINAS

(1926 - 2012)


Premio Nacional de Literatura 1996



                                 Miguel Arteche Salinas [1] nace en Nueva Imperial (Cautín) el 4 de junio de 1926, hijo de Luis Osvaldo Salinas Adrián  e Isabel Arteche Bahillo. Realiza sus estudios secundarios en el Liceo de Los Ángeles y en Instituto Nacional de Santiago. Cursa Derecho en la Universidad de Chile (1945-1946), carrera que no finaliza, y Literatura Española en la Universidad de Madrid desde 1951 hasta 1953.  Contrae matrimonio en la capital española en 1953 con Ximena Garcés con quien tiene siete hijos: Juan Miguel, Andrea, Rafael, Cristóbal, Isabel, Amparo e Ignacio. 
                                 Su infancia está marcada por la prematura muerte de su padre y la impronta imborrable de su tío sacerdote don Gonzalo Arteche Bahillo, quien posee una importante biblioteca donde el joven Arteche inicia sus primeras lecturas poéticas, claramente influenciado por la literatura española de los Siglos de Oro y, más tarde, por la poesía del grupo poético del 27. Es justamente bajo el influjo de una de las voces principales de esta generación, Luis Cernuda, en las vacaciones de 1932 en Quintero, cuando el poeta iniciará su andadura poética [2].
                                  Su vida y su labor literaria pueden ser catalogadas como muy intensas: veintitrés libros de poesía, cuatro novelas, dos libros de cuentos, una gran cantidad de ensayos [3], antologías [4], traducciones, viajes, premios, cargos académicos y diplomáticos, etc., igualmente, es indispensable señalar también que debe considerársele como un generoso formador de las nuevas promociones literarias chilenas [5].
                                  En 1947, Miguel Arteche publica su primer volumen de poemas, La invitación al olvido[6], texto que debe situarse como uno de los más hermosos primeros libros de la poesía chilena. Marcadamente “cernudiano” –como el mismo autor lo ha reconocido- se trata de un poemario donde el sur de Chile, sus árboles, su paisaje, sus vientos, tienen un indiscutible protagonismo, pero, por sobre todas las cosas (y tal como lo señala el prologuista del libro, Eduardo Carranza) donde se alza la voz y la presencia de un poeta absolutamente indispensable en la rica tradición de este género en el Chile del siglo veinte.
                                  Desde la aparición de su primer libro, el poeta no cejará en la búsqueda de su estilo y en el constante oficio poético: año tras año irá publicando distintos libros de poemas que lo consolidarán como una de las voces más destacadas de la generación del 50 [7]. Oda fúnebre (1948) [8], Una nube (1949) [9], El Sur dormido (1950) [10] y Cantata del desterrado (1951)[11] serán los volúmenes que antecedan su partida hacia Europa[12].
                                  Su estancia en España será, sin duda, fundamental. Su contacto con las raíces de sus padres y con el mundo intelectual de la época lo estimularán a profundizar sus búsquedas escriturales. Estudios de Literatura en la Universidad de Madrid, asistencia a congresos poéticos (I y II Congresos Internacionales de Poesía de Segovia, en 1952 y Salamanca, en 1953), viajes por España, Francia, Bélgica, Italia y el norte de África, la edición de su libro Solitario mira hacia la ausencia [13] en Madrid, a la par de su matrimonio con Ximena Garcés, harán de esta experiencia en el viejo mundo algo que el poeta fraguará intensamente en su notable y extenso poema Otro Continente [14].
                                  Su regreso a Chile está marcado por una incansable labor literaria. Su obra ya es reconocida ampliamente por la crítica y es incluido en diversas antologías poéticas chilenas y extranjeras[15]. Desde 1951 ha sido un asiduo colaborador del diario “El Mercurio” y a su vuelta, publicará una gran cantidad de artículos, notas y críticas en ese mismo periódico y en otros como “Las Últimas Noticias” y “El Diario Ilustrado” o en revistas como “Finis Terrae”, “Atenea” y “Ercilla”. Por esos años es también cuando se desempeña como Secretario del Rector de la Universidad de Chile don Juan Gómez Millas (1954) y como Jefe de la Biblioteca y Archivo del diario “El Mercurio” (desde 1954 hasta 1964). Al igual que en España, Arteche asiste a importantes eventos literarios como los ya históricos “Primer Encuentro de Escritores Chilenos” de 1959 y “Primer Encuentro de Escritores Americanos” de 1960 organizados en Concepción, Chile. Su producción poética no merma en absoluto: a Otro continente (1957) le seguirán Quince poemas (1961)[16], el extraordinario Destierros y tinieblas [17] (1963) y el volumen antológico (que reúne las cuatro obras anteriores) De la ausencia a la noche [18] (1965). En 1963, junto al recordado profesor y filósofo, Luis Oyarzún, es llamado, como miembro de número, a la Academia Chilena de la Lengua[19], siendo correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua. Su discurso  incluye un homenaje a Eduardo Barrios (a quien sucede luego de su fallecimiento) y versa sobre el arte y el oficio poéticos ejemplificados en algunos poetas muy queridos para Arteche: Federico García Lorca, Dylan Thomas, Jacques Prévert y Saint-John Perse, entre otros.
                           1964 será el año que marque su comienzo en la publicación de obras como narrador (un aspecto poco explorado por los exégetas artecheanos y que merece una revisión acabada). La otra orilla [20] será una novela que también recibirá una calurosa acogida por la crítica y a la que sucederán otras igual de importantes en la producción de Miguel Arteche (El Cristo Hueco [21] de 1969, La disparatada vida de Félix Palissa [22] de 1971, finalista en el “Premio Biblioteca Breve” de la prestigiosa editorial española Seix Barral y El alfil negro [23] de 1992), como también diversos volúmenes de cuentos [24].
                                        Paralelamente a su escritura poética y de ficción narrativa, Arteche reflexiona permanentemente sobre la poesía, el oficio de escribir,  las extraordinarias concomitancias del Arte Mayor y hasta sobre la condición y el destino del Nuevo Continente. Ensayos como Notas para la vieja y la nueva poesía chilena [25] o La extrañeza de ser Americano[26] fundarán en su obra una corriente constante de diversas indagaciones sobre temas literarios, culturales y hasta sociales que ha continuado hasta el día de hoy [27].
                                        En 1965, bajo el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, el poeta es nombrado Agregado Cultural en la Embajada de Chile en Madrid. El regreso a España intensificará sus lazos con la mejor poesía peninsular y con los complejos problemas que, bajo el régimen dictatorial de Francisco Franco, aquejaban a España. Su residencia en Madrid se prolongará hasta el año 1970 siendo incrementadas notablemente sus actividades literarias y culturales con innumerables conferencias y lecturas en distintas ciudades españolas, como también con la publicación de dos importantes volúmenes de poesía: la antología Resta Poética [28] (1966) y la colección de poemas religiosos Para un Tiempo breve [29] (1970). Finalizada su misión en España, Arteche es nombrado Agregado Cultural en Honduras donde permanece hasta 1971, complementando su actividad diplomática con la académica como Profesor Visitante de la Universidad de Honduras.
                                        Otra vez en Chile, sus actividades se vuelcan hacia los medios de comunicación escritos, ejerciendo diversos cargos en  importantes revistas nacionales como “Ercilla”, “Qué Pasa”, “Mampato”, “Hoy” y otras. Su regreso al país es celebrado por Editorial Universitaria que publica (con prólogo y selección de Hugo Montes) su Antología de veinte años (1972) [30], interesante recopilación que reúne lo mejor de su producción poética editada más un número considerable de poemas inéditos.
                                  Los acontecimientos históricos de Chile no serán ajenos al poeta, quien desde diversas tribunas se alzará como una notable voz disidente al régimen de Pinochet. Tal vez debido a esto, sus libros dejarán de editarse con la frecuencia acostumbrada y su obra será marginada de cualquier mención oficial. Valientemente, Arteche ejercerá una irónica crítica a los problemas de la sociedad chilena, integrando toda clase de proyectos y agrupaciones que posibilitarán el regreso de la democracia al país. Es también en estos años cuando funda diversos talleres de poesía que consiguen forjar un segmento de libertad para el intercambio y difusión de obras literarias y de ideas (Taller “Altazor” de la Biblioteca Nacional y “Taller Nueve de Poesía”, tal vez los primeros espacios de libre circulación en el Chile de esa época).
                                  En lo que respecta a su creación poética, narrativa y ensayística, Arteche continúa su trabajo incansablemente, sólo que casi en una suerte de ostracismo (voluntario e involuntario). Aún así, aparecerán algunos volúmenes de prosa y verso, entre ellos, el extraordinario libro de poemas Noches [31], la ya mencionada novela La disparatada vida de Félix Palissa (1975) y el conjunto de cuentos Mapas de otro mundo (1977).
                                  El 5 de diciembre de 1980, en el Teatro de la Universidad Católica de Chile, en Santiago, se estrena, con música del maestro Wilfried Junge (y en el marco del “XI Congreso Eucarístico, Chile 80”) la Cantata del Pan y la Sangre [32], texto estremecedor que representa la cúspide de la poesía religiosa artecheana.
                                  En 1986, el bellísimo libro del poeta, Llaves para la poesía [33] (texto elaborado para los niños como una forma de aproximación al género lírico a través de las obras de Gabriela Mistral y Pablo Neruda), recibe un importante reconocimiento del IBBY (International Board on Books for Young People), al incluirlo en su lista de honor entre 35 libros seleccionados de todo el mundo.
                                 Con el regreso al país de la democracia, Miguel Arteche puede reeditar sus libros ya agotados y, lentamente, empieza a publicar sus más recientes obras. Es así que, en 1994 aparece un nuevo libro de poemas, Fénix de madrugada [34] y, en 1995, se presenta una renovada edición de su ya famoso poemario Destierros y tinieblas [35]. En Buenos Aires es editada su Tercera Antología [36] (selección de su obra poética) y en 1992 es Becado por la Fundación Andes en su “Programa de Becas para Escritores”.
                                        Entre 1990 y 1991, Miguel Arteche se desempeña como Subdirector de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, actividad que complementa con su trabajo académico como Profesor de Redacción de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile (1983-1993). En el año 1995, recibe uno de los mayores galardones para aquellos autores que hayan publicado un libro en el año anterior: el “Premio de Poesía del Consejo Nacional del Libro y la Lectura” por el volumen Fénix de madrugada.
                                        1996 será el año en que el poeta reciba el Premio Nacional de Literatura, galardón que, según la mayoría de la comunidad intelectual, merece ya desde hace años. Un par de días antes de la importante noticia, Arteche ha presentado su más reciente poemario, Poemas para nietos [37] y también ha recogido en una nueva selección de poemas su Antología Cuarta [38]. Entre las diversas razones argumentadas por el jurado para premiar al poeta, se señala: “(...) la continuidad y el rigor estético y ético con que se ha dedicado a la elaboración de su obra y a la formación de nuevos autores (...)” [39]. Un galardón que parecía ser esquivo a Arteche, pero que finalmente vino con justicia a premiar una de las obras más profundas, sobrecogedoras e intensas de la mejor parte de la poesía chilena escrita en el siglo veinte. El poeta fallece en Santiago de Chile el 22 de julio de 2012.

                                                                    A. M.                              
                                                          

[1] Su verdadero nombre es Miguel Salinas Arteche, pero desde 1972 legaliza oficialmente un cambio en su nombre, invirtiendo los apellidos, para quedar como hoy se le conoce, Miguel Arteche Salinas.
[2] Vid. Arteche, Miguel. Los ángeles de la provincia en El niño que fue. Editorial de la Universidad Católica de Chile, Santiago, 1975, p. 92.
[3] De los cuales se han seleccionado algunos memorables en este volumen.
[4] Donde sobresalen su Antología de la poesía chilena contemporánea (en colaboración con Roque Esteban Scarpa y Juan Antonio Massone publicada por Editorial Andrés Bello, Santiago, 1984), la extraordinaria Antología de la poesía religiosa chilena (en colaboración con Rodrigo Cánovas. Editorial de la Universidad Católica de Chile. Santiago, 1989) o su reciente 101 Poemas de amor  (Editorial Semejanza. Santiago, 1999).
[5] Fundamentalmente en su labor de dirección del taller de poesía  “Altazor” de la Biblioteca Nacional de Chile y del “Taller Nueve de Poesía” que constituyeron espacios de discusión y de edición de un interesante número de poetas noveles -y también  de algunos narradores- en momentos difíciles para las artes y la literatura  nacionales (post golpe militar, años que fueron tristemente conocidos como los del “apagón cultural”).
[6] Arteche, Miguel. La invitación al olvido. Ediciones Acanto. Santiago de Chile, 1947.
[7] Generación de extraordinaria importancia para la literatura chilena –también llamada de 1957- con voces destacadas en la narrativa (José Donoso, Jorge Edwards, Enrique Lafourcade, Claudio Giaconni, etc.) que innovaron la novela e internacionalizaron sus temáticas alejándose del criollismo, como también en la poesía, donde, al igual que en la narrativa, el tema urbano cobra singular importancia y en la que es posible encontrar a notabilísimos poetas entre los que destacan: Enrique Lihn (1929-1988), Armando Uribe Arce (1933), Sara Vial (1929), Stella Díaz Varín (1926), Jorge Teillier (1935-1996), Carlos de Rokha (1920-1962), Alfonso Alcalde (1921), Manuel Francisco Mesa Seco (1925-1991), Jaime Valdivieso (1929), Eliana Navarro (1923), Ludwig Zeller (1927), Miguel Moreno Monroy (1934), José Miguel Vicuña (1920), Raquel Jodorowski (1927), Jorge Cáceres (1923-1949), Luis Oyarzún (1920-1972), Alberto Rubio (1928), David Rosenmann Taub (1927), Matías Rafide (1928), Gustavo Donoso (1931), Fernando de la Lastra (1932), Tulio Mora (1929-1989), Ximena Adriazola (1930), Alejandro Jodorowski (1929), Delia Domínguez (1931), Antonio Campaña (1922), Alfonso Calderón (1929), Efraín Barquero (1931), Rosa Cruchaga (1931), Hugo Montes (1926), Sergio Hernández (1932), Hugo Zambelli (1926), Gastón Von Dem Bussche (1935), Guillermo Trejo (1926), Pedro Lastra (1932), Rolando Cárdenas (1933-1990), Cecilia Casanova (1926), Ennio Moltedo (1931), Hernán Valdés (1934) y Raquel Señoret (1923-1990).
[8] Arteche, Miguel. Oda fúnebre. Ediciones Acanto. Santiago de Chile, 1948.
[9] Arteche, Miguel. Una Nube. Ediciones Ardiente Jinete. Santiago de Chile, 1949.
[10] Arteche, Miguel. El Sur dormido. Imprenta Relámpago. Santiago de Chile, 1950.
[11] Arteche, Miguel. Cantata del desterrado. En Revista “Estudio”, N. 216, (octubre). Santiago de Chile, 1951.
[12] Igualmente, su obra irá siendo reconocida con diversos premios literarios de importancia, entre los que hay que mencionar: “Premio de la Alianza de Intelectuales” de 1949, “Premio de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción” de 1950 y el prestigioso “Premio Municipal de Poesía” de Santiago de Chile,  correspondiente al año 1950.
[13] Arteche, Miguel. Solitario, mira hacia la ausencia. Ediciones de Cultura Hispánica. Madrid, 1953.
[14] Arteche, Miguel. Otro continente. Ediciones del Grupo “Fuego” de Poesía. Santiago de Chile, 1957.
[15] Es el caso de la importante antología del crítico mas influyente de ese entonces, Hernán Díaz Arrieta, “Alone” quien  selecciona nada menos que cinco poemas de Arteche para su libro Las cien mejores poesías
chilenas (Santiago de Chile, 1955), o la inclusión de sus textos en otras como la de Víctor Castro (Poesía nueva de Chile, Santiago de Chile, 1953 y 1957), la de Hugo Montes (Antología de Medio Siglo, Santiago de Chile, 1952), la de Hugo Emilio Pedemonte (16 poetas chilenos, Caracas, 1956) o la de Alberto Baeza Flores (Antología de la Poesía Hispanoamericana, Buenos Aires, 1959).
[16] Arteche, Miguel. Quince Poemas. Ediciones Alerce. Santiago de Chile, 1961.
[17] Arteche, Miguel. Destierros y tinieblas. Editorial Zig-Zag, S.A. Santiago de Chile, 1963. Este libro es, quizás uno de los que mayores elogios ha despertado en la crítica especializada de Chile y del extranjero, sobresaliendo los juicios críticos de Ricardo Latcham, Hernán Loyola, Alfredo Lefebvre, Luis Sánchez Latorre y “Alone”. Por otra parte, en 1964, el volumen es distinguido con el “Premio Municipal de Poesía” de Santiago de Chile.
[18] Arteche, Miguel. De la ausencia a la noche. Editorial Zig-Zag, S.A. Santiago de Chile, 1965.
[19] Verificada el 7 de julio de 1964.
[20] Arteche, Miguel. La otra orilla. Editorial del Pacífico, S.A. Santiago de Chile, 1964.
[21] Arteche, Miguel. El Cristo Hueco. Editorial Pomaire, S.A. Barcelona, 1969.
[22] Arteche, Miguel. La disparatada vida de Félix Palissa. Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile, 1975.
[23] Obra aún inédita, finalista en el “Premio Nacional de Novela” de la Editorial Andrés Bello 1992.
[24] Como por ejemplo. Mapas del otro mundo (1977) o Las naranjas del silencio (1987). Fragmentos de su novela La disparatada vida de Félix Palissa y otro relato más integran el presente volumen en la sección “Prosa de Creación”
[25] Arteche, Miguel. Notas para la vieja y la nueva poesía chilena, en “Atenea”, Nos. 380-381 (abril – septiembre). Concepción, 1958.
[26] Arteche, Miguel. La extrañeza de ser Americano, en “Atenea”, N. 395 (enero – marzo). Concepción, 1962.
[27] De los cuales se ha incluido una selección en esta antología en la sección “Prosa de Reflexión”.
[28] Arteche, Miguel. Resta Poética. Colección “La Muralla”. Madrid, 1966.
[29] Arteche, Miguel. Para un tiempo tan breve. Ediciones Rialp. Madrid, 1970.
[30] Arteche, Miguel. Antología de veinte años. Editorial Universitaria. Santiago de Chile, 1972.
[31] Arteche, Miguel. Noches. Editorial Nascimento. Santiago de Chile, 1976.
[32] Arteche, Miguel. Cantata del Pan y la Sangre. (Para dos Solistas, Narrador, Coro, Orquesta de Cuerdas, Clavecín y Percusión. Texto de Miguel Arteche y Música de Wilfried Junge). Programa del Estreno. Teatro Universidad Católica de Chile – Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile, 5 de diciembre de 1980.
[33] Arteche, Miguel. Llaves para la poesía. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile, 1984.
[34] Arteche, Miguel. Fénix de madrugada. Ediciones Rumbos. Santiago de Chile, 1994.
[35] Arteche, Miguel. Destierros y tinieblas. Ediciones Rumbos. Santiago de Chile, 1995 (Tercera Edición).
[36] Arteche, Miguel. Tercera Antología. Ediciones Corregidor. Buenos Aires, 1991.
[37] Arteche, Miguel. Poemas para nietos. Editorial Semejanza. Santiago de Chile, 1996.
[38] Arteche, Miguel. Antología Cuarta. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 1996.
[39] Extracto de la declaración del jurado en ocasión de la concesión a Miguel Arteche del Premio Nacional de Literatura 1996.

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