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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 11 de octubre de 2016

CINCO NUEVAS CRÍTICAS DE CINE DE ANÍBAL RICCI



NERUDA (2016)
Dirigida por Pablo Larraín

Pablo Larraín, uno de nuestros mejores cineastas (Tony Manero, El Club), opta por el discurso novedoso, acaso buscando su primer premio Oscar, dando forma a una biografía acompañada de bellas imágenes del paisaje chileno y espléndida en su aspecto técnico, pero que descuida el fondo, mostrando la vida de Pablo Neruda como una excentricidad. Es muy imaginativo el recurso de crear un policía ficticio que lo persigue (inverosímilmente secundado por otros trescientos efectivos), dando a entender que su impronta no importa, que sólo existe debido a que persigue “al poeta”, incluso habla como si Neruda utilizara sus labios. Hasta aquí bien, pero Larraín (a mi juicio mañosamente) da una imagen de un Neruda decadente que se mueve entre casas de puta, impostando “su voz de poeta”, es decir nos muestra a un personaje falso, poco transparente, que vive como los reyes a pesar de ser comunista. Lo contrasta con los verdaderos comunistas que se pelan el lomo y jamás se adentra en el contenido de su poesía. No basta con haber puesto un par de veces el casete “Alturas de Machu Picchu” de Los Jaivas, o haber oído los primeros versos del poema 15 o del 20, para creerse un conocedor de la obra de Neruda. El punto de vista del director parece a ratos irrespetuoso con Pablo Neruda y lo hace popular y burdo, al alcance del vulgo, como si los versos de su poesía hubiesen sido escritos en casas de puta y olvidando el oficio de un poeta particularmente prolífico. Si me hicieran leer entre líneas, creo que la voz narrativa parece gritar: “Era un buen poeta, pero un comunacho de mierda”. Larraín es inteligente para encubrir el mensaje que desea entregar, no sólo enturbia la figura de Neruda, sino que se aprovecha de su fama para perseguir un Oscar, mostrando paisajes de postal y deslumbrando en cuanto festival de cine alrededor del mundo. Hay una mirada del mundo conservador (de derecha, digámoslo abiertamente) incluso en la elección de la época elegida: Gabriel González Videla (radical) asumió la presidencia con el apoyo del partido comunista, pero luego lo proscribió e incluso persiguió a Neruda por pertenecer al partido. Neruda vende, eso quién lo puede dudar, pero me parece un despropósito enlodar al poeta, aunque sea veladamente, aprovechando su renombre, acaso este mismo comentario será leído por mucha gente sólo por tratarse de Neruda.




JUVENTUD (2015)
Dirigida por Paolo Sorrentino

Esta nueva cinta del cineasta italiano constituye una profundización del tema de la vejez y la muerte, ya insinuado en “La Grande Bellezza” (2013). Insiste en escenas ampulosas, algo pedantes, pero se trata de una apuesta melancólica diferente donde los diálogos son más significativos que la fluidez de las imágenes. Antes eran frívolos y daban cuenta de la insignificancia del ser humano, pero en esta nueva realización los detalles son importantes. Cada recuerdo que sale a la luz de las conversaciones implica un verdadero hallazgo, prueba de unas existencias afortunadas. La película se centra en las conversaciones de un par de amigos, un director de orquesta y un cineasta, bajo la premisa de que “la libertad es una perversión”, una forma de perder el tiempo. El tema del tiempo vuelve a tener una mirada elitista, debido a que la narración transcurre en un lujoso hotel donde los artistas privilegian la música por sobre el cine y este a su vez por sobre el fútbol y los concursos de belleza. La Canción Simple N°3 “la compuse cuando aún amaba”, da cuenta del lugar que tiene la experiencia para el director. Otros diálogos más metafóricos ocurren, por ejemplo, cuando el director de orquesta le dice al cineasta: “estabas feliz, por eso se te olvidó frenar”, en alusión a la primera experiencia sobre una bicicleta; o bien, “cuando joven todo parece muy cercano”, sólo se piensa en el futuro, en cambio, “cuando viejo todo parece más lejano”, en alusión a un pasado que crece cada día. Las actuaciones son soberbias, las de Michael Caine (director) y Harvey Keitel (cineasta), así como las de Rachel Weisz (hija del director) y Paul Dano (actor). En los últimos minutos, Sorrentino intenta abandonar su acostumbrada letanía, adentrándose en la idea de que las emociones distinguen nuestra existencia, pero este aterrizaje resulta forzado quizás porque entre la fluidez del montaje van quedando pocas escenas memorables.


ÉL (1953)
Dirigida por Luis Buñuel

Buñuel desarrolla una película psicológica cuyo punto de vista es una mente enferma acosada por los celos, personificada en Francisco Galván de Montemayor, un hombre adinerado y devoto de la religión que desconfía injustamente de su esposa (Gloria Vilalta). Ejerce violencia verbal y psicológica sobre ella e incluso amenaza con matarla, mientras engatusa a todos quienes lo rodean, al padre Velasco (su confesor) e incluso a la madre de Gloria, sincerándose e indisponiendo a su esposa con todo su entorno cercano. Buñuel recurre a flashbacks sucesivos que narran la confesión de Gloria a Raúl Conde, el ex novio que Gloria abandonó al preferir la seguridad y romanticismo de Francisco. La acción se inicia un Jueves Santo donde Buñuel devela la ritualidad católica y la influencia nefasta que ejerce sobre Francisco. Acostumbrado a adueñarse de lo que le rodea, él desea ganar un juicio sobre unas tierras, tanto como quitarle la novia a su amigo. Su mente paranoica funciona a la perfección en este hombre acaudalado acostumbrado a lidiar con propiedades: Gloria no es más que otra posesión. Francisco no es sólo un misógino, sino un perseguido por su entorno (imagina que se ríen de él) que incluso declara que el egoísmo es la esencia del alma noble. La realidad que percibe Francisco no es la de todos los hombres, en cierto modo, Buñuel insinúa que el mundo eclesiástico también es una especie de realidad alternativa.

MANDARINAS (2013)
Dirigida por Zaza Urushadze

De Estonia proviene este film espiritual acerca de los conflictos bélicos, tomando como referencia la Guerra de Abjasia (1992-93) que se desarrolló en el Cáucaso. Parece un contrasentido que las palabras guerra y espíritu convivan en la cabaña de Ivo, un hombre mayor, inmigrante originario de Estonia, que permanece en tierras georgianas, cuyos habitantes están en conflicto con los abjasios, una lucha étnica por la tierra (las mandarinas son una metáfora de la Naturaleza que es imparcial) donde resulta herido Ahmed (mercenario checheno que lucha por los abjasios) y Nika (soldado georgiano), ambos sobrevivientes de una escaramuza que ocurre al interior de la granja de Margus, amigo de Ivo. Este último lo ayuda en la cosecha de mandarinas con el objeto de reunir dinero para regresar a su lejana Estonia. Pese al enredo de etnias, la película es extremadamente sencilla y pequeños acordes van dando cuenta de la evolución de los enemigos (Ahmed y Nika) durante su convalecencia. Los diálogos están muy bien pensados y el guion es de relojería. Cada detalle de la trama desnuda los horrores y esperanzas que se escudan detrás de la guerra, lo fácil (a la vez difícil) que sería resolver los asuntos en tanto las partes fueran capaces de escuchar al adversario. La convivencia que plantea la película es tan poco probable como absurda es la guerra y se sostiene bajo una única regla del dueño de casa: «Nadie mata dentro de mi hogar». El discurso es antibelicista y el director recurre a una vía de extrema lucidez: durante una hora la guerra existe sólo en la dialéctica de los cuatro personajes, siendo la mayor parte de la cinta una elipsis que esquiva las bombas hasta que una de ellas destruye la casa de Margus. A esas alturas los enemigos y los neutrales comparten un asado y han aprendido a conocerse. Es una historia de detalles: Ahmed profesa el islam y Nika es católico, ambos terminan respetándose y defendiéndose ante soldados irreflexivos que disparan a cualquier bando sin distinción. Es muy significativo que Ahmed, al final, conduzca su vehículo escuchando música georgiana en el casete que Mika estuvo rebobinando durante su recuperación. Película de muy buena vibra, que alberga esperanza en el ser humano, siendo Ivo el alter ego del director que nos guía amorosamente en su visión.


EL LABERINTO DEL FAUNO (2006)
Dirigida por Guillermo del Toro

La película mantiene vivas dos vertientes. Una histórica, el período posterior a la Guerra Civil Española, y otra fantástica, donde habita un fauno, hadas y otros seres aterradores. Las dos sorprenden por su crueldad, resultando obvio que la vertiente fantástica corresponde a la metáfora de ese violento pasaje de la historia española. El director toma bando por los republicanos, cuya resistencia a esa altura no es más que una utopía, al luchar desigualmente contra los militares de Francisco Franco. Por ende, no sorprende que los derrotados (la dictadura se extendió hasta 1975) en esta ficción resulten vencedores, e igual suerte tendrá la niña protagonista que supera todas las pruebas para lograr reunirse con su familia. Vidal comanda el destacamento militar y se muestra particularmente sádico: a los enemigos desarmados les dispara a quemarropa, los tortura, como también está dispuesto a asesinar a la niña y a su madre con tal de proteger a su vástago. Hay numerosas alusiones al carácter fascista de los militares (los hechos transcurren en 1944): el gusto por la música, pero no los libros; el surgimiento de conceptos nacionalistas; el obedecer órdenes sin cuestionarlas. La victoria planteada por la cinta será improbable, por lo que cabría suponer que sólo transcurre en la mente de la protagonista. La muerte de la niña, por lo tanto, representaría la muerte del alma de España.

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